El crossover asesino de Allen Iverson

Escrito por: Chris Hungerford

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Tiempo de lectura 5 min

Hay tres pasos principales para este movimiento cruzado. El primer paso es dar un paso exterior largo para que el defensor salte fuera del camino.

Ahora que el defensor ha mordido ese paso exterior, mantén esa pierna bloqueada y cargada para saltar.

Ahora use el regate cruzado, pero manténgalo por debajo de las rodillas para que el defensor no pueda golpearlo y alejarlo. Luego, pase al defensor. Estos son los tres pasos principales y simples para el cruce de Allen Iverson.

Cuando hablamos de leyendas del baloncesto que dejaron una huella imborrable en el juego, un nombre que siempre surge es el de Allen Iverson. Conocido por su velocidad vertiginosa, determinación inquebrantable y un cruce asesino que podía dejar desconcertados a los defensores, Iverson era una fuerza a tener en cuenta en la cancha.

La génesis de la grandeza

Nacido el 7 de junio de 1975 en Hampton, Virginia, el viaje de Iverson desde una infancia problemática hasta convertirse en un ícono de la NBA es materia de leyenda. Con solo 6 pies de altura, no era el jugador más alto de la cancha, pero lo que le faltaba en altura lo compensaba con creces en corazón, habilidad y pura determinación.

La anatomía de un crossover

En el corazón del arsenal de Iverson estaba su crossover asesino. Este movimiento se convirtió en su firma, un testimonio de su excepcional habilidad y agilidad en el manejo del balón. El cruce es una técnica fundamental de regate en la que un jugador cambia rápidamente el balón de una mano a otra para engañar al defensor. Lo que distinguió a Iverson fue la velocidad y precisión con la que ejecutó este movimiento.

El crossover de Iverson: una lección de técnica

1. Centro de gravedad bajo

La postura baja de Iverson fue un factor clave en su capacidad para ejecutar el cruce con tanta velocidad. Este centro de gravedad más bajo le permitía realizar movimientos rápidos y explosivos, lo que hacía extremadamente difícil que los defensores reaccionaran a tiempo.

2. Manos ultrarrápidas

Sus manos ultrarrápidas fueron fundamentales para el éxito de su crossover. Pudo pasar el balón sin esfuerzo de una mano a la otra, dejando a los defensores atrapados en el aire.

3. Lenguaje corporal engañoso

Iverson era un maestro de la mala dirección. Usaba su lenguaje corporal para fintar en una dirección antes de moverse rápidamente en la opuesta, dejando a los defensores desequilibrados y luchando por mantener el ritmo.

4. Practica, practica, practica

Detrás de los cruces aparentemente sin esfuerzo de Iverson había una ética de trabajo incomparable. Pasó innumerables horas perfeccionando sus habilidades en la cancha, perfeccionando cada aspecto de su juego, incluido ese cruce asesino.

El legado sigue vivo

Aunque Allen Iverson se retiró del baloncesto profesional en 2013, su influencia continúa resonando en todo el deporte. Jugadores de todo el mundo estudian sus movimientos, incluido ese cruce mortal, buscando incorporar una parte de su brillantez a su propio juego.

El crossover de Iverson no fue sólo un movimiento; fue una obra de arte, una sinfonía de habilidad, velocidad y precisión que dejó al público asombrado y a los defensores desesperados. Fue un recordatorio de que en el baloncesto no siempre se trata del jugador más alto en la cancha, sino del que tiene el mayor corazón y las mejores habilidades.

Al final, el legado de Allen Iverson está grabado en los anales de la historia del baloncesto, un testimonio del hecho de que la verdadera grandeza no conoce límites.


Cuando hablamos de leyendas del baloncesto que dejaron una huella imborrable en el juego, un nombre que siempre surge es el de Allen Iverson. Conocido por su velocidad vertiginosa, determinación inquebrantable y un cruce asesino que podía dejar desconcertados a los defensores, Iverson era una fuerza a tener en cuenta en la cancha.

La génesis de la grandeza

Nacido el 7 de junio de 1975 en Hampton, Virginia, el viaje de Iverson desde una infancia problemática hasta convertirse en un ícono de la NBA es materia de leyenda. Con solo 6 pies de altura, no era el jugador más alto de la cancha, pero lo que le faltaba en altura lo compensaba con creces en corazón, habilidad y pura determinación.

La anatomía de un crossover

En el corazón del arsenal de Iverson estaba su crossover asesino. Este movimiento se convirtió en su firma, un testimonio de su excepcional habilidad y agilidad en el manejo del balón. El cruce es una técnica fundamental de regate en la que un jugador cambia rápidamente el balón de una mano a otra para engañar al defensor. Lo que distinguió a Iverson fue la velocidad y precisión con la que ejecutó este movimiento.

El crossover de Iverson: una lección de técnica

1. Centro de gravedad bajo

La postura baja de Iverson fue un factor clave en su capacidad para ejecutar el cruce con tanta velocidad. Este centro de gravedad más bajo le permitía realizar movimientos rápidos y explosivos, lo que hacía extremadamente difícil que los defensores reaccionaran a tiempo.

2. Manos ultrarrápidas

Sus manos ultrarrápidas fueron fundamentales para el éxito de su crossover. Pudo pasar el balón sin esfuerzo de una mano a la otra, dejando a los defensores atrapados en el aire.

3. Lenguaje corporal engañoso

Iverson era un maestro de la mala dirección. Usaba su lenguaje corporal para fintar en una dirección antes de moverse rápidamente en la opuesta, dejando a los defensores desequilibrados y luchando por mantener el ritmo.

4. Practica, practica, practica

Detrás de los cruces aparentemente sin esfuerzo de Iverson había una ética de trabajo incomparable. Pasó innumerables horas perfeccionando sus habilidades en la cancha, perfeccionando cada aspecto de su juego, incluido ese cruce asesino.

El legado sigue vivo

Aunque Allen Iverson se retiró del baloncesto profesional en 2013, su influencia continúa resonando en todo el deporte. Jugadores de todo el mundo estudian sus movimientos, incluido ese cruce mortal, buscando incorporar una parte de su brillantez a su propio juego.

El crossover de Iverson no fue sólo un movimiento; fue una obra de arte, una sinfonía de habilidad, velocidad y precisión que dejó al público asombrado y a los defensores desesperados. Fue un recordatorio de que en el baloncesto no siempre se trata del jugador más alto en la cancha, sino del que tiene el mayor corazón y las mejores habilidades.

Al final, el legado de Allen Iverson está grabado en los anales de la historia del baloncesto, un testimonio del hecho de que la verdadera grandeza no conoce límites.

El crossover de Iverson no fue sólo un movimiento; fue una obra de arte, una sinfonía de habilidad, velocidad y precisión que dejó al público asombrado y a los defensores desesperados. Fue un recordatorio de que en el baloncesto no siempre se trata del jugador más alto en la cancha, sino del que tiene el mayor corazón y las mejores habilidades.

Al final, el legado de Allen Iverson está grabado en los anales de la historia del baloncesto, un testimonio del hecho de que la verdadera grandeza no conoce límites.
 

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